Quejarse
Podés quejarte de intentarlo, y tal vez no conseguirlo. O podés quejarte arrepentido, por ni siquiera intentarlo. Podés quejarte varios días de tus dolores musculares, por haber entrenado siempre. O podés quejarte de tus dolores articulares varios años, por no haber entrenado nunca. Podés quejarte en tu juventud por la exigencia de llevar una vida disciplinada, pero ver sus beneficios en tu adultez. O podés quejarte en tu adultez por no haber sido disciplinado en tu juventud. Opciones siempre tenemos. Cada uno elige su queja. Ćésar G. Monteghirfo