¿Sobre gustos no hay nada escrito?

 

La estética es la disciplina que estudia los principios de la belleza y la percepción de lo bello en el arte, el diseño y la vida cotidiana. No se trata de que “para gustos no hay nada escrito”: a lo largo de siglos, filósofos, artistas y críticos han establecido teorías, cánones y guías prácticas para orientar la apreciación estética y el desarrollo del buen gusto.

1. Fundamentos filosóficos de la estética
Desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Hegel, la reflexión sobre lo bello ha insistido en que existen elementos comunes que hacen que un objeto, una composición o una experiencia resulten agradables al ser humano. Por ejemplo:

  • Armonía y proporción: Aristóteles señalaba que la belleza reside en la proporción adecuada entre las partes de un todo. Esa misma idea reaparece en el Renacimiento con la proporción áurea, aplicada en la pintura de Leonardo da Vinci y en la arquitectura de Brunelleschi.
  • Sublime y armonioso: Kant estableció una distinción clave entre lo bello (armonioso, placentero) y lo sublime (grandeza que sobrecoge). Entender esa distinción es esencial para calibrar, según el contexto, si una obra nos conmueve por su elegancia o por su fuerza expresiva.

2. Desarrollo histórico del buen gusto
El “buen gusto” no es un atributo innato: se construye social e históricamente. A lo largo de la Edad Media, el Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo y el Modernismo, han existido códigos estéticos que regulaban la vestimenta, la decoración arquitectónica, la disposición de los muebles e incluso la manera de saludar. Ejemplos concretos:

  • Renacimiento (siglos XV–XVI): Valorizó la simetría, la perspectiva y la recuperación de formas clásicas. Quien pretendía tener buen gusto debía conocer las proporciones clásicas (corpulencia, líneas horizontales y verticales balanceadas) y preferir materiales nobles (mármol, oro, terciopelo).
  • Barroco (siglo XVII): La opulencia no contradecía el buen gusto: se aceptaba el exceso ornamental siempre que las curvas, los dorados y los relieves obedecieran un orden rítmico. Lo exagerado, bien distribuido, seguía siendo armónico.
  • Neoclasicismo (siglo XVIII–principios del XIX): Rechazó el exceso barroco en favor de la sobriedad y la simplicidad inspirada en la Antigüedad grecolatina. El buen gusto pasaba por austeridad formal, líneas rectas y materiales de apariencia lisa.
  • Modernismo y artes decorativas (finales del XIX–principios del XX): Introdujeron el concepto de “forma sigue función”. El buen gusto se asoció a la honestidad de materiales, a la sencillez funcional y al diseño purista (p.ej., muebles de líneas depuradas, sin ornamentación superflua).

3. Criterios objetivos y relativos
Si bien el gusto personal incorpora la subjetividad, existen pautas que ayudan a afinarlo y a evitar combinaciones arbitrarias:

  • Coherencia cromática: Conocer la rueda de color permite elegir combinaciones armónicas (análogas, complementarias o triádicas). Nadie propone mezclar sin criterio colores que choquen violentamente: el buen gusto promueve la coherencia tonal y el contraste equilibrado.
  • Equilibrio formal: En moda, arquitectura o diseño de interiores, el equilibrio entre proporciones (alto/bajo, ancho/estrecho) es fundamental. Una habitación desproporcionada en muebles resulta visualmente incómoda; un atuendo excesivamente recargado carece de armonía.
  • Selección material adecuada: La calidad del material (tela, madera, metal) comunica inmediatamente una estética refinada. Una prenda de buen gusto evita texturas que luzcan toscas sin justificación y privilegia acabados limpios.
  • Contexto cultural e histórico: No todo lo que funcionaba en el Renacimiento encaja hoy. El buen gusto exige conocer el contexto en que se produce un objeto: una silla Luís XVI puede estar pasada de moda en un loft contemporáneo, pero combinarla con elementos modernos respetando la paleta y las proporciones puede generar un contraste intencionado de buen gusto.

4. La formación del buen gusto
Nadie nace con un criterio estético completamente definido; se forma a través de:

  • Lectura y estudio de manuales y tratados estéticos: Desde “La poética” de Aristóteles hasta “Lo bello y lo siniestro” de Freud, existen miles de libros que analizan la belleza en todas sus manifestaciones: literatura, artes plásticas, música, arquitectura.
  • Visitas a exposiciones, museos y galerías: La contemplación directa de obras maestras enseña a distinguir un color armonioso, una composición bien estructurada o un equilibrio de formas que no resulta obvio leyendo solo palabras.
  • Experimentación práctica: Ensayar combinaciones de ropa, rediseñar un espacio o pintar un boceto. El aprendizaje empírico refuerza la teoría: nada sustituye la experiencia de ver cómo un color que “te gustó” resulta chocante al combinarlo con otros tonos.
  • Crítica informada: Compartir opiniones con personas que entienden de estética —diseñadores, arquitectos, críticos de arte— ayuda a corregir errores o costumbres de mal gusto que se reproducen por inercia cultural.

5. Aplicaciones concretas

  • Moda y vestimenta: El buen gusto no es usar únicamente ropa cara, sino combinar prendas con criterio. Un atuendo de buen gusto respeta proporciones (pantalón y parte superior equilibrados), juega con la paleta cromática (colores que se complementan) y adapta el estilo al entorno (formal, casual, deportivo). Evitar estampados que choquen, solapar más de tres colores distintos o mezclar texturas sin cohesión.
  • Diseño de interiores: Un espacio de buen gusto organiza áreas funcionales (zona de estar, de trabajo, de descanso) sin saturar el ambiente. Se seleccionan muebles de proporciones adecuadas, se jerarquizan los puntos focales (una obra de arte, una lámpara de diseño) y se establece una paleta de colores neutros con toques puntuales de contraste.
  • Comunicación visual y gráfico: En tipografía y maquetación, el buen gusto equivale a legibilidad, jerarquía tipográfica y espacios en blanco necesarios. Ningún diseño de “buen gusto” apuesta por fuentes ilegibles, colores chillones sin jerarquía o bloques de texto sin pausas visuales.

6. Conclusión
Decir que “cada uno puede vestirse o decorar como quiera y no hay reglas” es negar la historia y el corpus teórico que respalda la estética. El buen gusto no se reduce a arbitrariedad: existen principios documentados y técnicas empíricas que orientan la elección de colores, formas, materiales y proporciones. Un individuo sin criterio estético —al que le “da igual” todo— simplemente evadió el aprendizaje necesario para afinar su mirada. Reconocer que la estética se estudia y practíca es el primer paso para conseguir que, efectivamente, los gustos personales se desplieguen con coherencia y se fundamenten en tradiciones y teorías que ya han sido exploradas a lo largo de siglos.

César G. Monteghirfo

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