¿Qué es la virtud taoísta?
La virtud en el taoísmo, conocida como "Te", no es un conjunto de normas externas o preceptos a seguir. Es la expresión espontánea y natural del Tao manifestada en la conducta. El sabio que se alinea con el curso incesante del Tao actúa sin esfuerzo, sin contradicciones internas. Esto es Te: una fuerza interna que fluye de manera invisible, revelándose en actos sencillos y desapegados de cualquier afán competitivo.
No se trata de virtud en el sentido confuciano, donde el énfasis está en los ritos y las distinciones sociales, sino de una potencia que brota de la autenticidad y la humildad.
El Taoísmo utiliza la metáfora del agua para ilustrar esta virtud. El agua, con su suavidad y adaptabilidad, beneficia a todo sin competir, ocupa los lugares bajos sin pretenderlo y se adapta a cualquier forma sin resistencia. De igual manera, quien cultiva "Te" actúa sin imponer, se desliza por la vida sin luchas innecesarias y encuentra fortaleza en la flexibilidad. Un ejemplo práctico de esto podría ser ceder un turno en una fila con genuina tranquilidad, o decidir con calma en medio de un desacuerdo.
Estos actos, aunque sencillos, reflejan la esencia de "Te": el actuar que brota naturalmente del alineamiento con el flujo del Tao.
Lao-Tsé contrasta esta virtud silenciosa con la “grandeza aparente”, destacando que la auténtica virtud no busca reconocimiento ni promocionarse a sí misma. En el capítulo 38 del Tao Te King, se afirma que quien posee la más alta virtud no es consciente de ella; en cambio, quien la reconoce ya la ha perdido.
Esto resalta un punto esencial: "Te" no es un logro consciente ni una meta, sino una cualidad que emerge cuando el individuo deja de forzarse y simplemente es. La espontaneidad de esta virtud no implica ausencia de esfuerzo, sino un esfuerzo que no siente el peso de la lucha interna.
En la práctica, Te se manifiesta en tres atributos clave que Lao-Tsé llama “tesoros”: compasión sincera, templanza y modestia. Estos no son mandamientos impuestos desde fuera, sino expresiones naturales del alineamiento con el Tao. Por ejemplo, hablar con tacto en lugar de herir con palabras, actuar sin ostentación o ser frugal sin caer en la austeridad severa son formas de encarnar estos tesoros en la vida cotidiana.
Aquí, el agua vuelve a ser una metáfora relevante: nutre todo sin alardes, toma lo bajo sin resistirse y fluye sin esfuerzo consciente.
Para clarificar más esta idea, pensemos en el bambú. Cuando el viento sopla, el bambú se dobla, pero no se quiebra. Esa flexibilidad es precisamente lo que permite a "Te" sostenerse incluso en las situaciones más adversas. El cultivo de esta virtud, por tanto, no implica rigidez ni autoimposición, sino una actitud de apertura y escucha. Observar sin intervenir y actuar solo cuando sea necesario son expresiones clave de este principio.
Un contraste interesante surge al comparar Te con la virtud cristiana. En el cristianismo, la virtud se basa en la obediencia a mandatos divinos y en el esfuerzo por alinear la voluntad humana con la voluntad de Dios. La práctica incluye disciplina moral, oración y sacramentos, como la confesión y la eucaristía.
En cambio, la virtud taoísta surge sin mandamientos ni distinciones entre lo bueno y lo malo; no hay lucha contra el pecado ni búsqueda de mérito. "Te" se descubre al vaciarse de deseos innecesarios y permitir que la naturaleza interna se exprese libremente.
No obstante, ambas tradiciones coinciden en algunos puntos. La humildad y la compasión son valores compartidos, aunque sus fundamentos difieren profundamente. Mientras el cristianismo busca trascender la naturaleza humana hacia lo divino, el taoísmo llama a fundirse con el curso natural del cosmos. El cristiano se esfuerza activamente por cambiar; el taoísta simplemente deja de resistirse.
Esta diferencia puede ilustrarse nuevamente con el agua: el río fluye sin esfuerzo, sorteando los obstáculos en su camino sin enfrentarlos directamente. Así, quien cultiva "Te" actúa con espontaneidad, sin apego a los resultados ni al deseo de destacar. En la vida diaria, esto se traduce en gestos simples como decidir con calma, observar sin prejuicios y permitir que los problemas se resuelvan en su momento adecuado.
"Te", que podría traducirse como “potencia” o “cualidad”, no es una regla ni un objetivo, sino una fuerza suave que mueve el mundo sin hacerse notar. Conecta a la persona con el Tao y le permite actuar en armonía con la naturaleza. Practicar Te no requiere esfuerzos extraordinarios, sino más bien soltar, observar y adaptarse, como el agua o el bambú. En ese acto de dejar-ser, se encuentra la verdadera fortaleza y la virtud del taoísmo.
César G. Monteghirfo.
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