En nuestra etapa
Las cosas cambian. Todo cambia. Todo cambia siempre, sin parar, continuamente, segundo a segundo. No hay algo que exista y no cambie.
El bebé que está naciendo ahora, en 10 minutos no será el mismo. Las pirámides de Egipto hoy, no miden lo que medían cuando fueron construidas. Pero es que el mismo sol que iluminó aquellas construcciones, tampoco es el mismo.
Puede haber cambios casi imperceptibles, como cuando crece el césped, o puede haber cambios más notorios cuando te caes y pasas de estar sano a quebrado en 4 segundos.
Por lo tanto, debemos aceptarlo. Cambio yo, cambia ella, cambia la mascota, cambian mis gustos, prioridades, mi entusiasmo, alegría, paciencia. Todo cambia.
Bien, una vez que sabemos esto, ¿qué hacemos? Mientras estemos vivos no podemos dejar de cambiar. Mientras estemos vivos no podemos evitar que los demás (cosas, seres, personas... incluido el universo) cambien.
Podemos fantasear que hay cosas que no cambian, porque no lo notamos en nuestro período de vida. Entonces podemos imaginar que hay cosas para siempre. Por lo general son cosas tan gigantes que es imposible percibir sus modificaciones.
Océanos siempre hubo, hay y habrá. Y sí, en mi etapa de vida no voy a ver a los océanos evaporarse, pero no sé qué pasará en un millón de años. Tal vez no me importe lo que pase, pero el cambio se dará.
Entonces:
1 Cambiamos, y no hay mucho que hablar.
2 Fantasear es mentirnos. Si te sirve, hacelo.
Creo yo, tal vez, vos pensalo:
¿No sería más simple la vida sin esa presión, de que hay cosas que tienen que ser para toda la vida?
¿No sería menos estresante vivir sin tener que mantener una fantasía? ¿No sería más relajante vivir con la certeza del cambio?
Aceptarlo, asumirlo, admitirlo, permitirlo... y permitirme cambiar, en lugar de hacer tanto esfuerzo por intentar ser el que fui y ya no soy.
Y esto no es negativo, ni triste. Simplemente es lo que sucede.
El sol y yo no somos los que fuimos ¿Y cuál es el problema?
César G. Monteghirfo
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