Soy de un tiempo sin tiempo
Crecí en un tiempo sin tiempo.
En el bar "La esmeralda" o en "dos palmas"un café y una charla podía durar media hora o una noche.
O en la casa de Javier o Manuel, 4 o 5 hablábamos toda la noche y cuando comenzaba a salir el sol, colgábamos de las ventanas unas pesadas y gruesas frazadas, para mantener el ambiente a media luz, medio lúgubre, medio secreto. Mientras seguíamos arreglando el mundo o algún corazón roto.
Hoy vivimos en una era de tiempos limitados
Facebook te aconseja hacer videos de 3 minutos, para que tenga "más vistas", Zoom te da 45 minutos de libertad para charlar, en Instagram llega a una hora, como extremo.
Los medios de ¿comunicación? nos limitan el espacio para escribir, nos censuran palabras e ideas y nos avisan que tengamos cuidado sobre qué y cómo escribimos. Y nos limitan el tiempo de charla.
Las empresas nos han ganado, ellas dominan el tiempo y calidad de comunicación, si querés más y mejor tenés que pagar. Y no es pagar otro café, es bastante más.
Lo peor es que no se puede volver. Ya está, es así y será así o peor. Estas situaciones solo mejoran para las empresas, no para los usuarios.
La opción alternativa es bien simple, pero hay que estar dispuesto a un cambio, asumiendo las consecuencias.
Abandonar la inmediatez, alejarse del mensaje instantáneo, dejar de estar online las 24 hs. Asumir que no me voy a enterar de todo a cada momento.
Pero no va a pasar. Esto lo escribo más a modo de memoria de lo que fue, como para que haya algo escrito del como era y que ya no será.
Si, estoy viejo... y, sinceramente me alegro
Gracias por leer.
César G. Monteghirfo
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