Desconfiar

 

 Existen los desconfiados. Son los que desconfían de todo y de todos. 

Los que desconfían por las dudas, aunque no tengan idea sobre algún tema, pero ellos desconfían. Un neurocirujano les dice que se tienen que operar, y los desconfiados dudan del conocimiento del doctor. Aunque ellos no sepan dónde está el cerebro, desconfían.

Los desconfiados parten de la idea de que alguien se va a equivocar en algún momento, o de que alguien les puede hacer daño algún día o mentirles. Por las dudas, con todos los prejuicios posibles, desconfían. No saben si pasará, no saben ni quién ni cuándo, pero desconfían.

En realidad, los desconfiados no son desconfiados: son ignorantes y se colocan las corazas de desconfianza porque les queda más linda, y creen que así disimulan. En lugar de llamarse desconfiados, se autodenominan prevenidos. Pero ser prevenido es otra cosa.

Alguien prevenido toma todas las precauciones posibles, y eso le da la seguridad de hacer lo que tenga que hacer.
Los desconfiados no hacen nada. Ninguna prevención es suficiente, siempre tienen dudas, nunca avanzan. Se quedan cíclicos, como en la rueda del hámster, porque ahí se sienten seguros. En ese micromundo están solos, a salvo de los errores de los demás.

No deja de ser triste la vida de los desconfiados, ya que nunca cruzan ninguna "frontera". Viven en límites muy pequeños; son presos de sus miedos, inseguridades e ignorancia.

Tal vez consigan así que nunca nadie los lastime ni les mienta. Pero seguro es que nunca aprenderán nada nuevo, no besarán otros labios, no conocerán otros cielos.

Cada uno elige.
Gracias por leer.

César G. Monteghirfo

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