Creencias moldeables

 


Muchas veces escucho frases como:
"Creo en Dios, pero no en la iglesia."
"Soy católico, pero no practicante."
"Soy budista, pero no estoy de acuerdo con todos sus preceptos."
Y rematan con: "Soy creyente, pero a mi manera."

Parece común pensar que las creencias filosóficas o religiosas son moldeables, como si fueran trajes a medida. Muchos aceptan o rechazan principios básicos con la misma ligereza con que eligen ponerle pimienta o sal a la comida. A menudo, estas elecciones se hacen sin mayor conocimiento ni reflexión, basándose únicamente en gustos o conveniencias.

Si algo no les gusta o les resulta difícil, lo descartan, argumentando que "eso es de otra época." Sin embargo, los aspectos que les agradan o que son más fáciles de cumplir, esos sí los aceptan y defienden.

Toda creencia tiene normas y exigencias, muchas de las cuales tienen siglos de antigüedad. Decidir qué aceptar y qué no, sin un análisis profundo, es un acto caprichoso. Ser parte de una creencia implica compromiso con sus fundamentos. Si alguien no está de acuerdo con ciertos puntos, debería:

1. Estudiarlos con seriedad para comprenderlos mejor.

2. Decidir si continúa identificándose con esa creencia o busca otra más acorde.

Lo que no tiene sentido es crear una fe "a medida", descartando lo que incomoda y adaptando lo demás. ¿De verdad se puede pensar que las normas religiosas no tienen un propósito? ¿No será que esas exigencias están diseñadas para ayudarnos a superar barreras intelectuales y alcanzar una comprensión más profunda?

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César G. Monteghirfo

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